Cuando finalmente se presentó la oportunidad de formar parte de su banda en España, no pude creerlo. Era como estar en un sueño del que no quería despertar. Michael Graves es un ícono por derecho propio, reconocido no solo por su trabajo con los Misfits durante los años 90, sino también por su increíble capacidad para conectar con el público a través de sus letras y su presencia en el escenario. Desde el primer ensayo, su profesionalismo y pasión por la música se hicieron evidentes. Era un privilegio no solo acompañar su voz, sino también compartir esa energía tan única que él transmite en cada show.
El proceso de preparación para la gira fue intenso. Los ensayos eran exigentes, pero cada minuto valió la pena. Las canciones, aunque algunas ya tenían años de existencia, seguían sonando frescas, llenas de poder. Como batería, mi papel era claro: mantener la base rítmica sólida, pero también aportar mi propia interpretación al legado musical que Michael Graves había ayudado a crear con los Misfits. Las canciones de la época de Graves en los Misfits tienen un ritmo rápido y agresivo, y mi tarea era no solo seguir el compás, sino también darle vida a cada tema. ¡Qué adrenalina era sentir el poder de las canciones como «American Psycho» o «Helena» resonando a través de mi batería, mientras el público enloquecía con la energía de la banda!
Los conciertos en España fueron una experiencia indescriptible. El público español, conocido por su pasión por el rock, nos recibió con los brazos abiertos. Cada show era una fiesta de pura energía. El ambiente era eléctrico: las luces, los gritos, la conexión con la audiencia. Michael Graves, con su voz única y su magnetismo en el escenario, lideraba el espectáculo con una presencia arrolladora, mientras yo me dejaba llevar por la música, impulsado por los ritmos y la emoción del momento.
Lo que más me impactó fue la química con los otros miembros de la banda. Cada uno de nosotros aportaba algo especial al proyecto, pero era en el escenario donde realmente nos fusionábamos como un solo organismo musical. Las noches de gira se convirtieron en una mezcla de trabajo duro y pura diversión. La sensación de estar tocando con una banda que estaba marcando la diferencia en la escena del punk, y siendo parte de algo tan grande, era un sueño hecho realidad.
Ser batería de Michael Graves en España fue un sueño cumplido, pero también un recordatorio de que la música tiene un poder inquebrantable para conectar a las personas, para llevarlas a lugares que nunca imaginaron. Para mí, esa gira significó no solo un logro personal, sino también un tributo a una de las etapas más importantes de la historia del punk.